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Siervas de Maria

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Lunes, 11 Febrero 2019 20:36

“Santo Padre, le pido una bendición para toda la Congregación”

El Santo Padre, elevando su mano, la posó sobre su cabeza

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En un encuentro inolvidable con Papa Francisco, Madre Alfonsa Bellido, tuvo un recuerdo muy especial para todas las Siervas de Maria Ministras de los Enfermos, cuando le confió su deseo; acto que queda grabado en las imágenes recogidas en las fotografías compartidas, como signo de la presencia de comunión que trasciende toda distancia.

Sucedió en la capilla de Santa Marta en el Vaticano, en el clima espiritual de la celebración Eucarística del día 8 de febrero del presente año. Ha sido un momento de profundo recogimiento, en intensa oración con el Papa y con todos los presentes.

El hecho se origina en el sentimiento de honda gratitud a que dio lugar la reciente autorización del Santo Padre en aprobación de las virtudes heroicas de nuestra Hermana, la venerable Soledad Sanjurjo Santos. Madre General deseaba ardientemente dar las gracias personalmente con sus palabras y un presente para las obras que el Papa sustenta a favor de los más necesitados en muchas naciones del mundo, con la ayuda de toda la Iglesia.

Tras haberle escrito al Santo Padre solicitando la participación, le fue avisado dos días antes que había sido atendida favorablemente. Como es fácil comprender, esa mañana se levantó alegre, salió temprano y presurosa en dirección al Vaticano. Pasado el registro de seguridad según protocolo, una vez en el salón de espera, se dio cuenta que fue la primera de todos en llegar y aguardó serena el momento de pasar a la capilla, viendo llegar a los demás participantes con la alegría reflejada en el rostro.

Refiere que estando allí tuvo la sensación de estar en un lugar sagrado, de oración con el Papa y de encuentro con Jesús en su Vicario en la tierra, de fraternidad en comunión de fe y caridad con los sacerdotes, religiosas y demás fieles presentes.

Observó que allí cada gesto tiene el significado de cercanía, cada palabra el eco del más puro amor. El tiempo transcurrido pasó como si hubiese sido un solo instante, absorbiendo toda la atención en alabanza con Cristo al Padre.

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Como superiora General, llevó en su corazón toda la Congregación. Poniendo en palabras su intención, recogió del Santo Padre la bendición que con el acto de elevar su mano posándola sobre su cabeza, concede para todas las Siervas de María del mundo, la bendición a repartirse entre muchos, llegando a los domicilios de los enfermos asistidos, las familias, centros de salud, dispensarios, hospitales.

La gracia de esa bendición cae copiosa también sobre la Fraternidad de Hijos Laicos de Santa María Soledad, Voluntarios, Personal Médico Sanitario de nuestras obras de salud, empleados y bienhechores. Porque en ese momento, en el corazón de Madre Alfonsa estábamos todos; las que pertenecemos al Instituto por vocación y los que participan en los trabajos de la misión con los enfermos y de la espiritualidad del carisma.

Entendemos que a toda persona relacionada con la Congregación, llega la bendición que del Papa fue a buscar Madre General. Se derrama sobre los miembros de la Congregación y las Obras del Carisma, bienhechores, amigos y familiares. Así de extenso es el beneficio de la bendición que pronto y gustoso le dio el Papa Francisco.

Una Bendición del Papa para toda la Congregación impartida a todos sus miembros, por vías de la Superiora General, reviste un carácter de comunión que se extiende a los destinatarios del carisma, que son los enfermos y la familia. Más que casualidad consideramos providencial que haya sido en el mes de febrero, en fecha tan próxima a la Jornada Mundial del Enfermo; a celebrarse, hoy día 11, en la festividad de Nuestra Señora de Lourdes.

En momentos así, se une la Iglesia representada por el Papa y la Congregación representada por Madre General, y entre ambos representantes de Dios, las piedras vivas, las Siervas de María, que con el carisma conferido por el Espíritu Santo edifican la Iglesia.

Bendito sea Dios en sus dones, pues este ha sido un buen deseo que ha culminado en bendición para muchos.