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Siervas de Maria

bANNER

Domingo, 28 Mayo 2023 13:25

Haciendo memoria de un 23 de abril

HACIENDO MEMORIA DE UN 23 DE ABRIL

VENERABLE SOLEDAD SANJURJO SANTOS

          El 23 de abril de 1973 era un lunes de Pascua, día dispuesto por el Padre Dios para la Pascua de una Sierva de María que le amó y entregó toda la vida a su servicio. Fue una testigo creíble como cristiana y como religiosa, para ricos y pobres, para adultos, jóvenes y niños. Su vida toda transparentaba el amor del que rebosaba y la alegría que la embargaba. De ahí que su Pascua fuera de la forma más hermosa que pudiera darse. Veamos….

          Refieren sus contemporáneas que esa jornada la pasó tan animada como siempre, haciendo reír a las Hermanas en el recreo, confeccionando labores de costura, para la que tenía un gran arte, puntual a los rezos y actos comunitarios, etc. Se retiró a descansar como de costumbre, pero al cabo de dos horas, una Hermana la escuchó toser persistentemente y entró a verla. Al percatarse de su estado, llamó a la Superiora quien acudió inmediatamente a su habitación. A la pregunta de cómo estaba, respondió conscientemente: “estoy muy mal, Madre”. Sin más, con el crucifijo entre las manos, diciendo la jaculatoria: “Jesús mío, os amo, perdón y misericordia”, entregó su alma a quien tanto había amado en la vida con la paz de los justos. Contaba con 80 años y 62 de vida consagrada y residía en el viejo San Juan, ciudad natal de su madre.

          La aparente sencillez de su muerte reflejaba cuanto aquel corazón, herido por un infarto, había hecho expresión en su vida. “Procuro estar preparada todos los días y hago todas mis confesiones como si fuera la última de mi vida. Espero que mi muerte, aunque sea repentina, no será imprevista”, así escribió en una de sus cartas. Palabras salidas de la pluma de una mujer que vivía solo para Dios y sus hermanos y que denotaban su profunda visión de este paso. Su conciencia de que esta vida es pasajera, que la eterna y verdadera es la que nos espera junto a Dios, la hacían esperar ese momento con entereza, como una cita preparada con todos los detalles de un alma enamorada. “Vivamos para el día, que nuestra vida sea un acto de continua preparación para la última hora”.

          Sus últimos años dedicados a los oficios de la casa, los vivió escondida con Cristo en Dios en la sencillez del día a día, en ofrenda agradable y gozosa. “Cuánto más trabajo tengo, más contenta estoy de poder ayudar un poco a la casa, es lo único que puedo y me dejan hacer y tengo que aprovecharlo para ganar el cielo”. “Gracias al Señor, me siento muy feliz y contenta en su santa casa esperando su llamada para ir al cielo a ver a nuestra Santa Madre Fundadora y sobre todo para ver al Señor”. Palabras escritas a sus Superioras mayores y que denotan su espíritu emprendedor y trascendente.

          Ciertamente que la muerte de nuestra Venerable Soledad Sanjurjo fue fiel reflejo de su vida. Lo que escribió, lo que aconsejó a las demás, lo vivió y así lo alcanzó en su Pascua. Hizo patente en su ser, su ya famosa expresión: “No hay cosa que dé más tranquilidad al alma que el dejarse en las manos de Dios sin reserva”. Y creemos que con el tiempo, la Iglesia llegará a reconocer su santidad de vida, con los signos de una gracia extraordinaria por su intercesión, porque lo que ella escribió a una Hermana, lo consiguió para sí misma: “Nunca pierda la esperanza de hacerse santa; con la gracia de Dios, todo se puede, a pesar de nuestras miserias”.