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Siervas de Maria

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María Soledad Torres Acosta - Fundadora de las Siervas de María Ministras de los Enfermos

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SANTA MARÍA SOLEDAD TORRES ACOSTA

 RESPUESTA Y CERCANÍA DE DIOS AL HOMBRE QUE SUFRE


Dios quiso iluminar el misterio del hombre y dentro de él, el gran misterio del dolor en la existencia de cada persona, para ello nos envió a su Hijo único quien, haciéndose uno con nosotros, asumió nuestra debilidad. Su nombre es Emmanuel, que significa "Dios con nosotros"  vino a habitar entre nosotros para acompañar nuestros sufrimientos e iluminar nuestras tinieblas.

A través del tiempo Dios sigue depositando su luz, la luz de Cristo, en lámparas de barro, personas frágiles y sencillas, para que desde el servicio evangélico, sigan alumbran-do la noche del dolor de los hombres.

Corría el año 1826, cuando el amor de Dios se hacía luz en la vida de una mujer, designada para abrir caminos nuevos en la Iglesia, en orden a hacer manifiesto el amor de Dios a los enfermos. Ella también se llamaba Manuela. Abrazó el dolor de sus hermanos y cambió su nombre por el de Soledad, porque como María y con Ella, junto a la Cruz de Jesús, aprendió a penetrar en el misterio del dolor de los hombres que sólo en Cristo y desde Él, alcanza su sentido hondo y profundo y quiso, siempre con María, permanecer al pie de cada cruz donde los hombres sufren, para acompañarlos y hacer del dolor y de la muerte una ofrenda, presagio de la vida sin fin.

 Fundadora

Según nuestras Constituciones Santa María Soledad Torres Acosta “ha sido reconocida y proclamada por la Iglesia y por todas sus hijas como Fundadora y Madre”. (Const. 1). Es reconocido como inspirador e iniciador del Instituto, Don Miguel Martínez Sanz. (Const. 1)

Madre Soledad pertenece al grupo de personas que Dios ha seleccionado para que manifiesten de modo singular su amor al hombre, a su debilidad y miserias. “La chispa de esa caridad comenzó a prender en su vida cuando era niña. No encontramos en ella una llamarada fuerte inicial, sino el fuego vigoroso y constante, mantenido y alimentado cada día” (Pablo Panedas, 273ss)

Lo esencial de nuestra Fundadora es que fue una mujer de una gran experiencia de Dios, en escucha constante del Espíritu, en fidelidad creciente. Esta escucha y docilidad al Espíritu Santo, la empujó a reaccionar de un modo particular ante el desafío de una necesidad concreta.

Abierta a Dios y a los hermanos, se convirtió en la mujer audaz que captando las necesidades de su tiempo, supo dar una respuesta acertada a través del carisma, don precioso para la Iglesia, siendo ella misma, testimonio vivo, gozoso y creíble en su tiempo.

A Madre Soledad se le otorgó el don del Carisma Fundacional o de Fundadora, don único e irrepetible y en ella se nos es transmitido a todas sus Hijas.